Ante la conmemoración del Bicentenario es necesario replantearnos la idea de nación que se fue forjando a través de estos 200 años de historia. Debemos reflexionar acerca de nuestra identidad nacional, revisar las distintas visiones y el sentido común subyacente en nuestro imaginario, con el propósito de reconstruir una identidad acorde con los valores de la democracia, del reconocimiento de la multiculturalidad y pluralidad étnica del territorio nacional, contemplado en la Constitución Nacional. Nos preguntamos: ¿Qué significa ser argentino? ¿Cuáles fueron los proyectos políticos e ideológicos que conformaron el territorio nacional? Esta idea de Nación, ¿es compartida por todos los que en ella habitan?

Frente a estos interrogantes, la cartografía constituye un reflejo de este conjunto de nociones que nos han transmitido a través del sistema educativo, y que sentimos como parte de una herencia cultural colectiva. En este sentido, los territorios estatales constituyen uno de los objetos en torno de los cuales se construyen identidades y alteridades, dando a conocer no sólo lo que los mapas muestran sino también lo que silencian. La historia nacional se traduce en la epopeya de una conquista territorial, en la que una nación alcanza la plenitud cuando obtiene la porción de superficie terrestre en la que estaba destinada a desarrollarse.

La muestra es resultante de la generosa donación de un conjunto material sistemático y de gran valor histórico, efectuada por la familia Juri. Presenta un extraordinario valor patrimonial, principalmente por la originalidad de las piezas, como conjunto específico de cartografía americana y por la coherencia de un discurso que permite elaborar una museografía integral. Esta muestra presenta la configuración actual de los límites internacionales y la formación demográfica y étnica de la población, comenzando con la Conquista europea y culminando en 1910.

Se creó una base de datos bibliográfica que reúne y sistematiza la información disponible sobre estos documentos. Se realizó la catalogación de forma exhaustiva, conformando un grupo de trabajo integrado por catalogadores, historiadores y archiveros, que estudiaron e investigaron sobre esta colección en una amplia gama de repertorios.

El arte de la cartografía se manifiesta ya en los albores de la humanidad y precede a la escritura. Con la invención de la imprenta, comienza la reproducción de la cartografía, primero con matrices de madera. El grabado de estas imágenes se perfecciona posteriormente usando láminas de cobre, bronce y finalmente acero, mejorando la calidad de impresión con la invención de la litografía.

El relevamiento territorial dependía de mediciones pedestres, o se recurría al tiempo empleado entre dos puntos, o al recorrido de una rueda sobre líneas rectas, medidas que se empleaban para la confección de la carta. Se aplicaba una geometría plana usando puntos de referencia conocidos.

Los marinos se valieron de la altura de astros y estrellas usando cuadrantes , sextantes y astrolabios para medir así las latitudes. La gran dificultad fue determinar la longitud, a partir de un meridiano de referencia hasta la invención de relojes mecánicos de cierta precisión y tablas astronómicas.

La gran cartografía europea se enriquece en los siglos XVI y XVII a través del trazado de hermosos mapas editados, a veces en atlantes coloreados a mano. Los editores principales estaban en los Países Bajos, Flandes, Londres y París.

Nuestros mapas nacen con el descubrimiento europeo del Continente Americano, comenzando a trazarse mapas del Caribe y de América del Sur. Es en el atlas catalán de Cresques o en el mapamundi de Waldseemuller de 1507, donde aparece por primera vez el nombre de América.

En el siglo XVII se propende el conocimiento más exacto de la forma y dimensión de la Tierra, midiendo el arco de su superficie. Se poseían los instrumentos: el telescopio, el reloj de péndulo y las tablas logarítmicas, perfeccionándose los métodos modernos para la ciencia cartográfica.

De nuestro país aparecen sus costas con algunos topónimos, figurando el Río de la Plata y luego Paraná y otros afluentes, que eran las vías de penetración de los conquistadores. Los Jesuitas efectúan relevamientos de nuestro litoral fluvial y sus misiones del Paraguay y de la región del Tucumán. A los pocos años de la fundación de nuestras ciudades, figuran ya sus nombres en la cartografía sudamericana.

Hasta fines del s. XIX, la Patagonia figura como terra nullius, tierra de nadie, y con diversos nombres: Tierra de Patagones, Patagonia, Tierra Magallánica, Chica, o Chicuito.

En los grandes mapas sudamericanos, trazados entre 1775 y 1850, se han dibujado con bastante precisión las montañas, ríos, poblaciones, postas y caminos reales.

Casi todos los cartógrafos cuyos trabajos se presentan en esta Muestra se han inspirado en relevamientos realizados por otros geógrafos, repitiendo errores en el trazado de la costa, el de los límites jurisdiccionales o en topónimos.

A mediados del s. XVIII, termina la cartografía artística y artesanal y comienza la cartografía científica que abarca los siglos XIX y XX.

Texto elaborado por el Dr. Marcelo Roqué.

Hasta fines del s. XIX, la Patagonia figura como terra nullius, tierra de nadie, y con diversos nombres: Tierra de Patagones, Patagonia, Tierra Magallánica, Chica, o Chicuito.

En los grandes mapas sudamericanos, trazados entre 1775 y 1850, se han dibujado con bastante precisión las montañas, ríos, poblaciones, postas y caminos reales.

A mediados del s. XVIII, termina la cartografía artística y artesanal y comienza la cartografía científica que abarca los siglos XIX y XX.

Texto elaborado por el Dr. Marcelo Roqué.